Un mundo onírico, donde nos involucramos con nuestros propios pensamientos...
Un mundo de Fábulas. Un mundo de Reflejos.
lunes, 20 de febrero de 2012
En los Pantanos de la Realidad
Por algún tiempo las cosas estuvieron tranquilas entre ambos. Sin embargo, su auto impuesto alejamiento de contacto humano externo comenzó a poner los ánimos un poco irritables. No bastaba con quererse o amarse y sólo compartir con la persona que quieres, sino que de una u otra forma también había que convivir con el resto de la humanidad.
Eran los finales del otoño, la estación preferida de ambos, donde salían a caminar pisoteando las hojas secas que habían caído de aquellos añosos árboles gigantescos de los parques, y aunque los parques los esperaban, no salían mucho como quisieran. Eso la tenía bastante inquieta a ella, sobretodo por ser una persona muy sociable y extrañaba a sus amigos, a quienes rara vez veía y siempre en tiempos cortos, y con el peso de esconderlo a él, ya que nadie debía saber que existía, si es que esa era la palabra. Él por su parte, aunque amaba los momentos junto a ella, en su fuero interno extrañaba también compartir con sus amigos, pero los de su mundo, no los que ahora existían, y también su familia que en éste mundo eran unos completos extraños, y a quienes no iba a asustar apareciendo de la nada como si su hijo hubiese vuelto a la vida milagrosamente.
Estaban cenando una noche de aquel otoño, cuando ella rompió el silencio mirándolo a los ojos:
- Necesitamos relacionarnos, Yll. Soy feliz contigo, no lo dudes, pero esta soledad me está matando. Se que veo a mi familia cuando voy a casa, que a veces veo a mis amigos, pero siempre debo hacerlo sola, me entiendes?
Él guardó silencio unos segundos, comprendía lo que ella decía, pero no quería responder cosas a la rápida.
- Sí, te comprendo, Hee. Y de hecho yo también quisiera compartir con más gente, no porque no quiera estar contigo, sino porque es verdad que somos individuos de una sociedad y cuesta mucho aislarse de ella. Hemos hecho a un lado realidades o verdades por estar juntos, y aunque me encanta tu compañía y lo que tenemos juntos, esas verdades nos afectan interiormente, supongo que más a mi que a ti, ya que si tu extrañas a tus amigos, puedes imaginar como yo extraño a mi familia.
Ella lo entendía perfectamente, pero no quiso responder para que él no lo tomara como reproche o como inicio de una discusión. Comió un poco más, bebió jugo, y entonces respondió.
- Lo se, Yll. Comprendo lo que me dices. Pero qué hacemos? No podemos volver las cosas a su normalidad, y francamente es algo que no quiero que pase.
- Quizás ya no pasó, quizás ésta es la realidad que debemos vivir, que yo debo vivir, y punto.
- Ojalá fuera así.
- Ahora es así, hoy es así.
- Tienes razón, disculpa mis tonteras.
- No son tonteras - dijo él tomándole la mano -. Comprendo tu preocupación, pero ten en cuenta que eres tu misma la que ha evitado encuentros, porque habría que dar explicaciones que ni siquiera tenemos.
- Sí, lo se. Y aún creo que así es mejor. Lo siento...
- Tranquila, no te angusties. Comamos, y saldremos un rato, te parece?
Ella asintió con una sonrisa, y siguieron comiendo, aunque seguía pensando en que aquella "soledad" tarde o temprano iba a pasarles la cuenta.
Por la noche salieron a caminar como lo habían acordado. Corría algo de viento, lo que ayudaba a que el clima fuera agradable y a que más hojas cayeran de los árboles, llenando los caminos de los parques de aquellas hojas color marrón, convirtiéndolas en improvisados caminos alfombrados y sonoros a las pisadas. Iban silenciosos, no tenían muchos ánimos de conversar, aunque hubieran miles de temas para hacerlo. Caminaron lentamente tomados de la mano como gesto de cariño y también de comunicación en aquella noche silenciosa, hasta que volvieron a casa, para dormir abrazados sin decirse nada excepto el buenas noches. Pese a no conversar, el silencio y el viento los hicieron sentirse mucho mejor, analizando las cosas cada uno en su cabeza, y sintiendo también la compañía del otro, que apaciguaba siempre cualquier problema.
Un día, decidieron confiar en alguien y revelar el secreto. Ella había siempre contado que tenía pareja, que incluso vivía con él, pero nunca lo presentó a nadie, ni dejó que alguien fuera a su casa desde que él estaba allí. Sus amigos, especialmente sus amigas, como buenas mujeres, querían conocerlo, ver qué tal era, incluso dar su opinión sobre aquel misterioso hombre que le había devuelto la sonrisa perdida hacía muchos años.
No sería un proceso fácil, y debían seleccionar con mucho cuidado a la persona digna de aquel secreto. Él propuso que sólo fuera una persona amiga de ella, no de él antes de su muerte, a lo que ella estaba de acuerdo, puesto que habría mucho más que explicar aún. Ella decidió contárselo a un hombre, pues las mujeres por su naturaleza son más propensas a contarlo todo y están imposibilitadas mentalmente de guardar un secreto. Además había un hombre a quien había conocido hacía unos dos años, mucho después de la muerte de él, hacía cinco. Preparó el camino por semanas, intentando tener todos los detalles de las posibles reacciones que pudiera llegar a tener, puesto que pese a ser amigo relativamente nuevo, todos conocían que su tristeza estaba íntimamente ligada a aquel hombre bajo tierra. Él la ayudó a buscar la mejor estrategia y la mejor opción, ya que tampoco quería provocar un colapso universal intentando explicar algo que no podía, no sólo a una, sino quizás a muchas personas, y que probablemente nunca le iban a creer nada.
Finalmente se decidieron por éste amigo de ella, quien sería el receptor de un secreto que guardaron por mucho tiempo, y que ellos mismos muchas veces ni siquiera recordaban, o preferían pasar por alto. Esperaban que la estrategia funcionara, y al menos por un tiempo siguiera siendo algo privado, ya que posteriormente, especialmente después de los resultados de ésta especie de experimento, pensaban extenderlo a más gente, para por fin terminar de relacionarse con más gente.
Corrían las primeras semanas del invierno, el frío se apoderaba de la ciudad y la gente se incomodaba con tanta ropa encima, cuando decidieron poner en marcha su plan. Ella iba a juntarse con éste amigo en particular, mientras él iba a comprar algunas cosas al negocio cercano. Comenzó a chispear cuando ella salió, y mientras él la miraba alejarse por la calle en dirección contraria, tuvo una sensación extraña en su interior, pero no supo definirla ni explicarla, pero prefirió olvidarla y proseguir caminando a comprar. Ella miró al cielo encapotado e hizo un mohín de desaprobación. La lluvia que se avecinaba no era una buena señal como para el delicado y complicado paso que estaban dando. Apresuró el paso y se perdió entre las calles y la gente que por aquellas horas andaba por allí.
Él pese a estar de acuerdo con la idea que iban a llevar a cabo, la verdad en su interior no le preocupaba mucho. Su mundo y su vida no los podría recuperar, no los tenía en ese momento, por lo que ahora hoy por hoy era una especie de vida prestada, entonces no le importaba conocer o compartir con más personas, excepto con ella. En su vida real, si así podía llamarla, su relación con ella había sido más ambigua, nunca se había convertido en una relación de pareja quizás por falta de tiempo o por falta de decisión. Los sentimientos estaban, eso lo sabía, pero nunca pasaron más allá. Eso nunca se lo había dicho a ella, la ella actual, y tampoco nunca le había preguntado si con él, él de éste mundo, había pasado algo más. Sabía que ella siempre recordaba con gran cariño lo que habían vivido, que durante cinco años lo recordó y lloró su muerte, pero nunca preguntó si era como amigos o como algo más. Ahora vivía en un mundo extraño en el cual se estaba acostumbrando, y sin duda su mayor ancla y su mayor apoyo, especialmente para su mente perturbada por los recuerdos de una vida lejana y sin existencia real en este momento, era ella.
Ella por su parte deseaba seguir con él, seguir esa relación truncada hacía cinco años, pero también quería recuperar la vida que llevaba antes de que él apareciera y volviera a brillar en su vida. Extrañaba las fiestas con sus amigas, compartir con los amigos, y también la soledad de una noche de luna, o la compañía placentera de su familia, como cuando era niña. Amaba su vida junto a él, pero quería recuperar también en parte su vida de soltera, y no por querer estar sola, sino más bien por compartir con el resto del mundo. Ella sabía que su vida actual era un milagro inexplicable, un sueño del que en cualquier mañana podría despertar y ya no tenerlo, cuando él recuperara su vida normal, y ella volviera a llorarlo por segunda vez. Pero prefería eso, prefería tenerlo al menos ahora, que no tenerlo nunca más. Y mientras ese milagro siguiera, quería que fuera lo más normal dentro de lo que se podía. Por eso se había decidido a poner en ejecución el primer paso del plan, y por ello se dirigía por las calles caminando con prisa, evitando mojarse con el chispeo incesante que anunciaba que la lluvia se dejaría caer con fuerza en unos minutos más.
Faltaban pocas cuadras para llegar al lugar del encuentro, la lluvia comenzaba a caer más fuerte, e incluso corría algo de viento. Llegó a una esquina, y esperó el turno para cruzar la mojada calle. Los vehículos pasaban raudos dejando estelas de agua que llegaban a las orillas de las veredas, incluso algunos pasaban cerca de las aceras levantando agua de las posas que se formaban, mojando a más de algún transeúnte desprevenido. Llegó el momento de cruzar la calle, y ella avanzó unos pasos, pero en ese instante todo cambió para siempre. Sólo sintió el chirrido de los neumáticos arrastrándose por el pavimento mojado, sin tener agarre para frenar, y miró hacia su derecha cuando el vehículo ya estaba casi encima sin posibilidades de esquivarlo de ninguna manera. El golpe fue brutal y tremendo, debido a la velocidad con la que venía el vehículo y con la imposibilidad de frenar con la calle mojada. Ella fue lanzada a varios metros del lugar del impacto, cayendo secamente al duro pavimento, quedando en extremo mal herida. Sólo el impacto con el vehículo le había roto varios huesos, y la caída a la calle sólo agravó el problema dándose de lleno en la cabeza, y rompiendo uno de sus brazos con una terrible fractura expuesta. El vehículo siguió su loca travesía y sin control terminó estrellándose en uno de los árboles cercanos, destrozando todo el frente del motor, y dejando a su inexperto conductor enterrado en el volante, con varias lesiones. Las personas que caminaban por allí soltaron gritos de angustia y de asombro, y unos pocos corrieron a ver a la joven que yacía en el suelo, sangrando y con claras muestras de contusiones externas e internas. Otros tantos fueron a ver al conductor aún encerrado en su vehículo. Se llamaron a los servicios de emergencia, mientras se acumulaba la muchedumbre a ver qué había pasado. Uno de los cercanos la cubrió a ella con su chaqueta, hablándole de vez en cuando para que reaccionara, pero no había respuesta. Temiendo lo peor, se decidió a acercar su oído al pecho de la joven, sintiendo aún unos leves latidos y una dificultosa respiración entrecortada. Se asombró, estaba aún con vida!
Llegaron los servicios de rescate y emergencias, y después de mucho examinar y de conversar, subieron delicadamente a la joven al vehículo de emergencia para trasladarla a un centro médico cercano. Estaba viva, pero probablemente no duraría mucho en esas condiciones, pues realmente estaba muy mal herida. Otros asistentes habían sacado al conductor del vehículo accidentado, y también lo llevaron a un centro asistencial, aunque iba en muchas mejores condiciones que ella.
Por el camino al centro médico, ella cobró la conciencia unos minutos, y preguntó qué pasaba en un balbuceo que sólo los médicos son capaces de entender. Le respondieron que tuvo un accidente, pero que ya se dirigía para ser atendida, más de lo que ya era en el vehículo de emergencia.
- Yll... Yll... Dígan.. Díganle que lo amo... Que me .... perdone..
- No hable, señorita – le replicó uno de los asistentes.
- Lo.. Lo siento...
Pese a las infructuosos intentos de mantenerla con vida, los médicos no pudieron conseguir que se mantuviera consciente durante el trayecto, y al mencionar a su amor, se le extinguió la vida como se extingue una flama bajo aquella lluvia.
Días después, en el mismo cementerio donde él estaba enterrado, fue el funeral de ella. Una ceremonia triste y silenciosa, con una copiosa lluvia cayendo desde el cielo, como lágrimas eternas por aquella injusta muerte. Su familia había hecho todos los trámites para que su última morada quedara junto a la de la persona que ella tanto amó y tanto extrañó, por lo que al lado del foso donde se realizaba el funeral, estaba la lápida de aquel hombre, como muda testigo de las tristes circunstancias de la vida.
La gente ya se retiraba, cabizbaja y en silencio, cuando él se acercó al lugar donde ella había sido dejada para su descanso eterno. Se había mantenido aislado de los demás, nadie lo conocía, y no iba a aparecerse justo en aquel momento con frases que no tendrían sentido para los demás. Prefirió hacerlo en solitario, y en silencio lloró a la persona que lo había ayudado tanto, con quien había tenido una vida, dentro de lo falsa que era esta vida que ahora tenía. Sentía mucho dolor, y un inmenso vacío. Miró al lado y vio la tumba con su nombre, y al menos le reconfortó que ella estuviera junto a quien siempre amó, aunque fuera en la muerte.
Se alejó del lugar, cayéndole la lluvia por el pelo y el rostro, confundiéndose las gotas con sus lágrimas, y emprendió el regreso a la casa de ella, sin saber bien qué iba a hacer de ahora en adelante. Aunque en su corazón, aparte de dolor, había odio y resentimiento, por aquel individuo irresponsable que había causado tal pérdida, pero se guardaba ese odio para después, porque como había sobrevivido al accidente, iba posteriormente a buscarlo y ajustar cuentas él mismo si era necesario.
Saliendo del camino donde estaba su tumba, y ahora su amada, miró por última vez a lo lejos aquel sector, y entre la lluvia y la bruma le pareció ver a alguien, una delgada figura sombría, pero seguramente se trataba de alguien del campo sepulcral que iba a realizar detalles posteriores para el cierre del foso y la instalación de la lápida. Se volteó y caminó bajo la lluvia, hundido en sus recuerdos y culpando al destino de tan cruel jugada.
REK.
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