lunes, 16 de abril de 2012

Cumulonimbus Incus


Los días nublados son geniales. Aquel aroma a humedad del aire es algo que despierta mucha sinápsis en mi cerebro, que comienza a trabajar a sobre marcha en miles de recuerdos simultáneos y asíncronos, de una vida distante y pasada hace eones.
De niño en mi casa no abundaba la plata, y tampoco es que ahora si abunde, sino que ahora hoy por hoy hay un mejor standard de vida en general. Cuando llovía, por ejemplo, había que ver la lluvia, sentirla, a través de la puerta, porque en los primeros años de aquella casa, las ventanas sólo eran un proyecto a futuro, y existían sendas planchas de madera, en lugar de vidrios. Hoy simplemente veo a través del cristal como llueve en el jardín, o simplemente no le presto importancia. Antaño era una odisea ver llover, más que sentir llover, pero le daba un toque muy especial, muy particular, que claramente hoy no tiene.
Una vez caminé por el Parque Forestal cuando comenzaba a llover, un día de otoño cualquiera. La compañía era agradable, y la conversación era interesante. Caminé mucho por aquellos caminos de gravilla rodeados de frondosos árboles, mientras las gotas de la lluvia caían en mi cabeza. No era una lluvia muy intensa, más bien era suave, pero mojaba bastante, y en caminar tanto, se notaba aún más.
Yo estaba en mi casa un día cualquiera, esperando a mi polola, con quien vivíamos, con el pan comprado y con la tetera a punto de hervir, para tomar once en aquel día nublado. Ella llegó como de costumbre, y en vez de sentarse a tomar el té conmigo, me dijo que lo nuestro se terminaba. Aún después de miles de años, no logro comprender el por qué, aunque ahora me es de lo menos importante, en aquel tiempo si me importó y nunca lo supe. C'est la vie.
Hacía muchos meses que se me había perdido un álbum de láminas de la serie Robotech. Lo había buscado en todas partes de mi pieza, inclusive fuera de ella, y todo fue inútil, no apareció por ninguna parte, por lo que lo dí perdido por meses. Lo lamenté mucho, ya que aunque no estaba completo, era mío, mi colección, y ya no estaba. Un día estando en la casa de los amigos que tenía en aquella época, los amigos que tenía hace años, encontré mi álbum, con mi nombre borrado con lápiz pasta encima, y con otro nombre escrito arriba, el nombre de mi amigo. Ese día fue de las primeras veces que aprendí que la amistad no existía, pese a que seguía fervientemente creyendo en ella. Por cierto, recuperé mi álbum.
Nada más entretenido en las épocas infantes, que dar fuertes pisotones al agua de las posas tras la lluvia, y salpicar agua para todos lados. Es una de las mayores satisfacciones de cuando éramos niños, sin duda. Ahora si lo haces con cierta técnica, poniendo el pie de lado y un poco inclinado, puedes lograr que el agua salte mayormente hacia el lado contrario y no de forma pareja, por lo que puedes causar más "daño" con el agua. Si logras mojarle los zapatos o pantalones, o piernas si es mina, a tus compañeros, eres un puto dios de las pozas invernales.
De chico fui bastante tímido, incluso hoy en día (aunque parezca inverosímil), me queda algo de aquella timidez pre-púber en la cual te ponías nervioso frente a la cabra chica que te gustaba, te sudaban las manos, y por lo general terminabas haciendo alguna estupidez esperando que la encontrara divertida. Creo que esa timidez va de la mano con la imposibilidad de entender a las mujeres, lo que lleva a que seas cauto y poco espontáneo en ciertas actitudes frente a ellas, ya que no tienes la más remota idea de cómo van a reaccionar ante lo que digas o hagas. De hecho, es bastante probable que reaccionen mal ante lo que hagas, sea lo que sea. Y no intentes probar otra cosa para ver otras reacciones, pues será la misma. Ya verás.
Era el final de la época colegial, y las posibilidades de seguir amistades después del final de clases eran bastante remotas en aquella época. En el último tiempo, había nacido una amistad y camaradería especial con una compañera, algo que en el último día de clases se manifestó como otra cosa, mucho más íntima y personal. Qué designios tenebrosos y malditos hicieron que pasara aquello? La verdad no lo se, y tampoco se qué hubiese pasado si aquel sentimiento se hubiese desarrollado más. Aún guardo mucho cariño por aquella compañera a quien he visto sólo un par de veces en mi vida fuera de aquellos tiempos escolares, pero aún me pregunto "qué hubiese pasado si...".
Cuando leo o escucho gente que quisiera cambiar cosas en sus pasados, recuerdo las veces en las que yo mismo me planteaba esas ideas, o esas inquietudes o deseos, y al mismo tiempo me doy cuenta del gran error que eso significa. El tema es simple, no puedes cambiar nada, porque lo que cambies cambiará tu presente actual, y probablemente no serás el mismo. Es complejo analizar que incluso mínimos cambios pueden generar enormes cambios en las líneas temporales de las personas, y no sólo grandes o importantes eventos, como pudiésemos llegar a pensar. Sea lo que sea que hayas hecho, es lo que te hace ser hoy quien eres, y es lo que a fin de cuentas vale. Igual quizás cambiaría algunas mínimas cosas, pero quizás sea mejor que no, y dejar todo como está. Soy quien soy, gracias a eso.
Contemplando las estrellas de noche en el cielo, y pensando en la vastedad del universo e el que estamos inmersos, me pregunté algo tan simple y a la vez inútil desde cierto punto de vista, si las personas comunes de éste planeta sabían que lo que ellas llaman las estrellas "las Tres Marías", en realidad se llaman Alnilam, Alnitak y Mintaka, y que corresponden al Cinturón de Orión, en la constelación del mismo nombre. Probablemente poca gente sabría. Y sería importante? Cuánta gente hay en el mundo, que nombra las cosas sin siquiera saber realmente si se llaman así, o por qué se llaman así? No todos tienen las ganas de andar averiguando, claramente, o no les interesa en lo absoluto. Pero yo se, y eso debería significar algo, supongo. Qué? No se. Pero algo es.
Un fin de año en el colegio, pagué una apuesta realizada a principios del mismo. No es que perdiera, fue más bien un empate, y ambos con mi compañero debíamos pagar. Sin embargo, sólo lo hice yo, probablemente el miedo invadió a mi compañero y no cumplió con lo pactado. O yo no tuve reparo en medir las consecuencias que podrían haber conllevado ese pago de la apuesta? Sea como sea, lo hice. No recuerdo muy bien el contenido de la apuesta en si, y menos el motivo por el cual la apuesta fue decretada empate, pero si recuerdo lo que hice. En un momento en que había mucho alboroto en la sala, y en general en todas las salas, lancé una de las sillas en contra de las ventanas con mucha fuerza. Creo que no hubiese pasado nada, si el vidrio hubiese estado justo en la trayectoria de la silla volando hacia el patio o "inter-patio" de la sala. El tema es que el vidrio se hizo mierda con un estruendo del que todos enmudecieron y me miraron con cara de extrañados o sorprendidos. Pero esa era la apuesta, romper un vidrio con la silla. Y apuestas son apuestas.
Una mujer una vez me sorprendió. Nos juntamos después de habernos conocido en extrañas circunstancias y tras las cuales nos aborrecíamos y odiábamos. Ya habíamos aclarado algunos puntos de nuestro primer y fatal encuentro en aquel local con los demás amigos, donde ambos nos caímos como patá en la guata, e incluso había más que onda entre nosotros. Aquella vez nos juntamos, asumiendo yo que íbamos a conversar o a caminar por algún parque desconocido como siempre hacíamos, pero cuando nos vimos, después de los saludos, hizo parar un taxi y le dijo al chofer: "llévenos a un motel bueno pero no tan caro". Yo quedé con cara de sorprendido, obviamente. Pero después quedé con cara de felicidad.
Esa vez la pelota cayó irremediablemente en la frondosa copa de aquel árbol, y no pudimos recuperarla. Eso nos hizo recordar un capítulo de Charlie Brown donde existía un árbol que se "comía" los volantines (cometas en el dibujo animado), por lo que decidimos muy acertadamente llamar a aquel árbol, el Árbol Come Pelotas. No podíamos evitarlo, estaba plantado justo en medio de lo que nosotros siempre ocupábamos de cancha, lo que era un inconveniente extra en todo sentido durante el juego, además de un problema insoluble para nosotros. Muchas pelotas se comió aquel árbol, aunque ahora que yo crecí, no lo veo tan grande como en aquellos tiempos
Me encantan los días nublados, hacen que mi cerebro trabaje mejor, aunque den ganas de tirarse en la cama a pensar y recordar.

REK.

3 comentarios:

Sol dijo...

Muack!!! Que bien que haya bajado la chispa inspiradora :P me alegra muchisimo leer nuevamente una nueva publicación :)
Bueno referente a tú escrito ... Desde pequeña los dias nublados son mis preferidos... más aún cuando la lluvia es su compañera(aunque sea unas gotitas)... El aire sabe a nostalgia...como una magia que nos inunda de pensamientos...
Me gusta leerte y deseo ahora que los dias son más grises tu cerebro siga trabajando mejor...para que publiques más y más...

Anónimo dijo...

Anónimo dijo...

Ahora me gustan mas que antes los días nublados y las noches de lluvia, hoy tienen un nuevo sentido y nuevos recuerdos ツ... un beso y todo mi cariño para ti