El sol de aquella tarde hacía irradiar aún más su ligeramente ondulado cabello rubio, mientras caminaba por las calles de la ciudad mirando a su alrededor de vez en cuando, especialmente porque en las calles que circulaba andaba mucha gente y nadie sabía a ciencia cierta qué intenciones tenían todos. Eran tiempos de cuidado, de tener precauciones, y extras si eras una mujer bonita como lo era ella. Sabía que a su paso muchos ojos la seguían, ojos con diferentes expresiones, y no todas buenas, claramente. Le gustaban las miradas asombradas de los hombres que sólo la observaban como una chica bella, sin mayor líbido en los ojos que el de apreciarla tal cual, y le disgustaban aquellas miradas lujuriosas y hasta grotescas de quienes con solo verla ya casi la desnudaban. No andaba en busca de nadie, tenía claro que en aquellos momentos de su vida la mejor opción era estar sola, pero de vez en cuando devolvía una sonrisa coqueta a algún galán de la calle que la miraba sin ideas dudosas en los ojos, y le encantaba la reacción cohibida y avergonzada de aquellos hombres al sentirse descubiertos en sus observaciones, porque creían que miraban sin que nadie lo notara.
Estaba haciendo unos trámites, debía recuperar unos pagos por un anterior trabajo, y la verdad sea dicha odiaba ir al centro especialmente a temas de pagos, e incluso a los bancos. Aborrecía las filas para esperar ser atendida, y aunque la modernidad de la vida actual mandaba incluso satélites al espacio exterior, aún nadie terminaba en efecto con esas horribles y aburridas filas de espera para ser atendido no sólo en un banco, sino en muchos otros lugares.
Afortunadamente todo salió más expedito de lo que tenía planeado, y pronto se desocupó de todo, por lo que pretendió regresar lo más rápido posible a su casa, pero algo la detuvo. Al llegar a una esquina, el tránsito estaba cortado, y había mucha aglomeración de gente. Hizo un mohín de desaprobación, y trató de cambiar de trayectoria, pero era algo generalizado, ya que en varias partes estaba el mismo conglomerado de gente. Finalmente escuchó los sones marciales de una marcha militar, y comprendió que era uno de los tantos desfiles que se organizaban a menudo por la ciudad, homenajeando a los vivos y a los muertos que habían combatido en la guerra. Desaprobaba todo tipo de violencia, y además desaprobó aquel desfile en aquel preciso momento que sólo servía para interrumpir y demorar su camino a casa, por lo que su ánimo cambió de inmediato, desapareciendo aquella sonrisa de su rostro. Finalmente tuvo que tomar otras calles, moviéndose entre la alegre muchedumbre que vitoreaba a sus héroes, para ir camino a su casa, a la que llegó obviamente mucho más tarde de lo que había pensado y deseado.
Cuando llegó a su hogar, después de aquel día hastiante, preparó rápidamente las cosas para darse un buen baño, con el cual se relajó al fin. Después se quedó desnuda encima de su cama, y cerró los ojos en actitud de descanso, pero también de meditación. Y así estuvo bastante rato, hasta que sintió frío y se incorporó para poder ponerse algo de ropa. Sin quererlo se había dormido un buen rato, lo que ayudó a alimentar su modorra y su relajación, así que terminó por decidirse en dormir pronto y rápido, antes de que pasara algo inesperado y fuese interrumpida en su descanso. Y no es que en su vida normal ocurrieran muchas cosas inesperadas, más bien sus días eran bastante monótonos últimamente, pero con la experiencia de aquel día nada podía darse por cierto hasta que terminara.
A la mañana siguiente despertó con una extraña sensación, que no pudo definir, y tampoco quiso en realidad. Se levantó y se bañó rápidamente, y se puso a ordenar un poco su casa. No era una mujer desordenada, para nada, pero como el día anterior había estado algo ocupada fuera, quedaron un par de cosas que ordenar que prefería hacerlas pronto antes que cambiara de opinión. No tardó mucho en aquel trabajo, por lo que aprovechó de salir a hacer unas compras a un local cercano. El día tenía unas amenazantes nubes a lo lejos, y el sol estaba bastante pálido, por lo que supuso que pronto se pondría frío y nublado, algo que en lo personal no le gustaba mucho, especialmente porque en días fríos había que usar mucha más ropa, algo que la sofocaba desde que tenía memoria.
Durante el trayecto iba pensando en cualquier cosa, probablemente cosas sin importancia mayor que la de acortar la sensación de tiempo necesario en llegar a destino, algo que muchas personas adoran hacer por diferentes razones, pero en especial porque ya no viven con la preocupación o la tensión de estar en medio de un conflicto armado. Incluso el mismo hecho de ir a comprar cosas ya no era tan caótico como en aquellos días de la revolución, cuando todo comenzó a escasear en muchas ocasiones. Habían sido unos días muy oscuros aquellos en los que duró aquel conflicto tan estúpido como los que lo habían iniciado. Pero afortunadamente eso ya era pasado, y había que aún disfrutar los días nublados como aquel. Llegó al local, le sonrió al vendedor y le solicitó lo que necesitaba, y salió de allí tomando nuevamente rumbo a su casa.
De pronto al voltear en una esquina, se encontró de frente con un hombre
que venía en sentido contrario, y aunque intentó evitar la colisión
entre ambos, no lo logró. Fue un toque suave el que se dieron de frente,
nada violento, pero aún así con consecuencias. Él quedó mirándola hacia
abajo, era un poco más alto que ella, con unos ojos color café que
evocaban sentimiento de disculpa por el tropiezo. Ella le devolvió una
mirada diferente, cargada de disgusto, pero que por dentro llevaba mucho
más que eso. Volteó la mirada y se corrió para dejar el paso libre al
hombre, al tiempo que ambos dijeron simplemente "disculpa". Él la quedó
mirando, como queriendo decirle algo más, pero ella siguió rápidamente
su camino y no pudo decirle nada.
Llegó a su casa enojada, con un sentimiento extraño en su interior, como de hastío con todo y con todos. Era segundo día que por alguna razón se encontraba así y no le estaba gustando. Pero ahora eran más que justificados sus sentimientos y sus sensaciones. Dejó de malas ganas lo que había comprado en un mueble de la cocina, y se fue al living a sentarse en su sillón favorito, aquel que quedaba junto a la ventana que daba a la terraza. Abrió la ventana y se sentó, mientras los recuerdos se le venían a la mente como un libro abierto con las hojas moviéndose al viento y deteniéndose en diferentes pasajes de una historia, una historia ya pasada hace tiempo y olvidada... O eso creía.
Era aún muy joven cuando se dio cuenta de que había dejado de ser una niña para convertirse en mujer. Un desarrollo de su cuerpo, con todas las desagradables consecuencias que ello traía, le reportó además las miradas de algunos jóvenes, y otros no tanto, lo que la hizo sentirse mal en primera instancia, como objeto, pero después supo aprovechar esas miradas y esas sensaciones para su conveniencia y en su favor, tratando siempre de mantener claros sus límites, tanto para ella como para los demás. Fue un proceso rápido, pero costoso, que le trajo bastantes problemas en aquellos primeros momentos, pero que con el tiempo le daría muchos beneficios. Caminaba siempre por la delgada línea que dividía la coquetería de la promiscuidad, y así le gustaba ser, de hecho. Por aquel tiempo conoció y compartió mucho con un muchacho de su sector, con quien siempre conversaba y jugaba, y que posteriormente se convirtió en una persona muy cercana a ella. Él claramente estaba enamorado, y muchas veces se lo hizo saber, pero ella prefería sonreír con sus blancos dientes, enroscarse el cabello coquetamente, y evitar la conversación o aquellos sentimientos, siempre considerándolo como un partner, un amigo de años, la persona en la que ella podía confiar, pero sin pasar más allá donde ella no quería caminar. Prefería recibir las adulaciones de todos los demás, que el amor de uno, y prefería salir y pasarlo bien en comunidad, que en soledad con una sola persona. Él siempre la llamó sólo por la inicial de su nombre, jamás por el nombre completo, quizás en un intento de ser único, de parecer único, o de demostrarle a ella que era especial y única. Muchas veces rieron al comentar aquella situación del nombre, pero por mucho que ella quisiera que él la nombrara como se debía, el sólo se limitaba a reír y a seguir pronunciando aquella letra con la cual principiaba su nombre. Siempre había sido así.
Recordó los momentos en que se dio cuenta que ésta persona, éste amigo y compañero, se alejó de ella. No entendió el por qué, además que tampoco nunca se lo dijeron, pero con el correr de los años lo entendió en silencio. Él se alejó debido a la nula atención de ella en el ámbito que él quería, y a la excesiva capacidad de demostrar interés por otros. En un principio no notó eso, y tampoco se percató de que se habían o estaban alejando de ella, pero cuando lo hizo tampoco hizo nada al respecto. Por qué iba a hacer algo ella? Era un amigo, como podría tener miles iguales, y aunque reconocía que lo quería, sólo era eso, un amigo, un compañero, alguien a quien contarle cosas un poco más personales, pero nada más. Después, cuando ya era obvio que él se había alejado, sólo se limitó a preguntarse un par de veces el por qué, pero nada más. Siguió con su vida, con sus amigos, sus romances fugaces y siempre sonriendo a quien le dirigiera una mirada.
Detuvo un momento aquellos recuerdos, y miró por la ventana con más detalle, y vio unas pequeñas gotas que se pegaban al vidrio, y otras que resbalaban por él lentamente. Estaba empezando a llover. Se había echado a perder el día, como muy bien lo había supuesto. Sería verdad aquella frase vieja que escuchó cuando niña, que decía que siempre llueve sobre los corazones rotos? Esbozó una sonrisa débil, como sonriendo ante la ironía de la naturaleza y el destino, y volvió a sumergirse en sus pensamientos, sentada en aquel cómodo sillón.
Nunca había sido rechazada por ningún hombre a quien le sonriera, y aunque eso no era un mérito como para sentirse orgullosa ni nada por el estilo, le servía para sentirse bonita, sentirse querida, deseada, para llenar ese afán y esa necesidad interior de todas las mujeres de sentirse necesarias y queridas. Pero el tiempo le enseñaría que siempre en todo ámbito hay una primera vez, y por lo general son las que más duelen.
Ni siquiera extrañaba a su compañero de infancia y adolescencia, pero por alguna razón a veces pensaba en él, en qué estaría haciendo, en qué sería de su vida, pero pronto desechaba sus pensamientos diciéndose a si misma que si se había alejado, era problema de él y punto. Ella no necesitaba de nadie, menos de él. Pero un día, tras muchos años cuando ya estaba todo supuestamente enterrado en aquel agujero llamado pasado, que siempre tapamos con tierra pero que nunca llenamos hasta arriba, él volvió a aparecer en su vida por una circunstancia bastante específica, pero que trajo extrañas repercusiones para ella.
Él volvió a sus raíces por la muerte inesperada de su madre, y aprovechó de reencontrarse con algunas de sus amistades de antaño, quizás buscando palabras de apoyo o consuelo, aparte del que ya tenía en su nueva vida en otro sector. Encontró a poca gente de aquellos tiempos, pero le sirvió para distraerse también. Y la encontró a ella, a quien había amado desde niño, ahora hecha toda una hermosa mujer, aunque no había cambiado en nada sus actitudes y su forma de ser. Y eso era malo? Al menos indicaba una especie de congruencia en su ser, y no una inconsecuencia como sería andar cambiando a cada rato. Sin embargo, y aunque le gustó verla para saber de ella, no le interesó más allá de eso. Pasaron varios días cuando se encontró nuevamente con ella en la calle. Ella le sonrió con aquella sonrisa que él amó desde siempre, pero él se limitó a saludarla fríamente, sin mucho ánimo pero si con cordialidad. Ella claramente se descolocó, pero terminaron conversando de igual forma un buen rato. Él se fue, y ella siguió su camino. Pronto se verían un par de veces más, y aunque siempre con cordialidad, al menos ya iba quitando la frialdad del primer momento en que se vieron a solas después de tanto tiempo, pero tampoco demostrando nada, por la sencilla razón que ya no había nada que demostrar. Aquel amor cuasi eterno que sintió por ella alguna vez, ya se había desvanecido con los años y con las indiferencias y omisiones de ella, por lo que en una actitud saludable mentalmente, decidió desechar aquel amor no correspondido durante tantos años.
La lluvia se hizo intensa en aquellos momentos, acompañada por un fuerte viento que azotaba el agua contra los vidrios de la ventana. Se distrajo un poco de sus pensamientos, y vio que el cielo se había tornado oscuro con las nubes cargadas de agua, y supo que sería un largo aguacero. Cerró los ojos y recordó el momento en que sintió por primera vez el rechazo de un hombre, cuando se dio cuenta que existía alguien en el mundo a quien sus encantos no lo afectaban. Pero peor que eso, era saber que aquel hombre que la ignoraba, era el mismo que hacía años la amaba. Recién en ese momento comprendió que el mundo no giraba en torno a ella, que no se podía actuar de esa forma siempre, porque en algún momento del tiempo, la vida se encargaba de recordar quién eras y quién habías sido. Se sintió mal cuando aquel hombre, aquel amigo, aquel partner, que había regresado después de años, y con quien salió por un tiempo, rechazó la idea y el sentimiento de seguir saliendo. Le dolió que él lo hiciera, pero más le dolió por ella misma, porque sintió que le estaban pagando con la misma moneda, una añeja pero que ahora cobraba la mayor importancia. Él ni se inmutó; simplemente le dijo que no quería estar con ella, que ya no era el tiempo de eso. Y se fue, y la dejó sola, por segunda vez, pero con una sensación completamente diferente. Lloró varios días, hasta que su llanto se convirtió en rabia, y terminó por aborrecer a aquel amigo, aquel partner, aquel hombre, el que la rechazó por primera vez en su vida, y lo odió por que por su culpa se sintió mal, débil, casi indefensa, como nunca se había sentido antes.
Él volvió a desaparecer, mal que mal era un viaje especial el que había hecho, y no era para quedarse más tampoco. Volvió a su vida, a su gente, a su amor, y olvidó a aquella rubia que había amado pero que ahora había negado. Y no volvió por aquellos lugares hasta muchos años después, cuando ambos ya eran más grandes, casi adultos, y los sentimientos y las sensaciones habían pasado, y sólo quedaban los recuerdos de una infancia y una adolescencia compleja pero feliz en muchas ocasiones.
La lluvia amainaba cuando ella se incorporó en su asiento. Se había quedado un poco dormida, en aquel mundo especial entre el sueño y la vigilia, donde se mezclan las vivencias del mundo real y las que soñamos o creemos soñar. Ella se puso de pie y fue a mirar por la ventana, confirmando que la lluvia pronto terminaría, lo que le indicó que había pasado mucho rato en aquel sillón, entre sus pensamientos y recuerdos. Suspiró casi inconscientemente, y volvió a la cocina a prepararse algo de comer, necesitaba algo caliente en aquel momento post lluvia y de melancolía interna.
Después de comer algo, salió a caminar por un parque cercano, quizás en un intento de escapar de los recuerdos, y sentirse al aire libre, desatada de todo aquello que le había pasado. Sin embargo los recuerdos la seguían, y el encuentro en el negocio con aquel hombre, aquel que cuando niños era su amigo, sólo la hacía pensar más y más en lo que había hecho con su vida en general, y con su partner en particular. Se detuvo, y cerrando los ojos respiró profundamente, llenando sus pulmones de aquel aire con olor a tierra mojada, a naturaleza, a lluvia, a nostalgia. Volvió a abrir los ojos para continuar el camino sin rumbo por aquel parque, cuando aquel hombre que le llenaba la mente se encontraba frente a ella, con una cara fría, distante, pero aún así cordial, como antes ya la había visto. Se sorprendió, se sintió invadida, como si aquella persona en frente pudiera adivinarle todos sus pensamientos, y se sintió estúpida de inmediato al comprender que eso no era posible. Frunció el ceño, extrañada pero sorprendida, pero no dijo nada.
Él sólo la miró, se acercó a ella y le depositó un suave beso en la mejilla, y se dio la vuelta y comenzó a caminar. Ella se quedó inmóvil, con los ojos abiertos de impresión y se llevó la mano a la mejilla. Sólo cuando varios pasos los separaban, él le dijo con su voz ronca:
- Cuídate, "Efe". Nos veremos.
Ella sonrió como aquella niña de amarillentos cabellos que alguna vez fue, y le dijo:
- Fantasía. Me llamo Fantasía.
Él a lo lejos, sin voltear atrás y siguiendo su camino, le respondió:
- Lo sé.
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REK.
1 comentario:
Que bueno es comenzar la semana pudiendo leer algo tuyo... Desde que comencé a leerte siempre te he dicho que tienes muchas condiciones para hacerlo, y hoy nuevamente queda demostrado. Cuesta despegar la vista de tus líneas, una historia que se apodera de mi atención...
Hay días en que como dice aquí los recuerdos afloran, hay otros días en que por las cosas vividas los atesoras en tus recuerdos... Yo Hoy recuerdo y atesoro muchas cosas que alegran mis días y traen una sonrisa a mi rostro :).... Espero no tener que esperar mucho para encontrarme aquí con tu próxima publicación... Un beso a la distancia :*
..."El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados"...
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