— En defensa de Canal Norte —
Los vientos del sur disiparon el denso aire y alejaron el humo.
Poco a poco, los habitantes del pequeño asentamiento cubierto de nieve empezaron a salir de sus escondites.
Rezyl estudió sus rostros: todos parecían cansados pero iluminados por la esperanza.
La vida en las tierras salvajes era lo único que conocían. Sobrevivir. Luchar. Esconderse. Todos han oído historias de un lugar seguro, pero las historias de una vida mejor raramente eran ciertas.
Rezyl y sus acompañantes llevaban semanas rastreando a estos caídos. Si los hubieran encontrado antes, esta ciudad se hubiera salvado. El hecho de que hubiera supervivientes entre los escombros era ya una victoria, pero Rezyl
estaba cansado de victorias pequeñas, por importantes que fueran.
Esa noche, Rezyl y los demás dirigieron a un grupo de supervivientes en la larga travesía hacia la ciudad que crecía bajo el Viajero. Algunos se quedaron atrás, eligiendo quedarse en las tierras salvajes.
Rezyl admiró su determinación, pero nunca miró atrás. Sabía que la muerte que estos valientes pioneros habían evitado ese día acabaría encontrándolos igualmente. Algún día. De un modo u otro
El Hueso y el Susurro
Una voz en el interior de Rezyl le decía que no debería estar allí.
Una voz que hablaba desde lo más hondo.
La voz del miedo.
Se arrodilló, examinando el montón polvoriento a sus pies.
Las calaveras habían sido arrojadas sin ningún cuidado hace décadas, o quizá más.
Las puertas talladas en la roca eran arcanas... oscuras, góticas, extrañas... y grandes.
La fineza irregular y dentada del pasaje abovedado sugería una maestría que reafirmó sus malos presentimientos.
Rezyl había ido a Luna en busca de pesadillas. Después de su largo viaje, desde la vibrante Ciudad bajo el Viajero hasta los confines de la Tierra y más allá, se encontraba cara a cara con los vestigios de aquellas historias que nunca había creído.
Permaneció en pie, su gran estatura empequeñecía bajo esa enorme entrada.
Un nudo en el estómago le urgía a salir corriendo.
Pero, en lugar de eso, avanzó hacia las puertas, que llevaban incontables siglos selladas.
Después de unos pocos pasos, un sonido estridente y pesado cortó el aire.
Las grandes puertas empezaron a abrirse.
Una silueta que parecía flotar por encima del suelo emergió de las negras profundidades del umbral. Al verla, Rezyl se aferró a su fusil.
La silueta de la entrada era la de una mujer oscura y etérea, cubierta en harapos ceremoniales y ornamentada con huesos. Parecía bailar en el aire.
Rezyl y la mujer demonio mantuvieron sus posiciones, mirándose el uno al otro.
Sin previo aviso, la silenciosa intimidad del momento quedó interrumpida por un furioso reclamo que procedía del interior. El eco de ese sonido, denso y adolorido, retumbó en el valle y desapareció.
Después de un instante que pareció una eternidad, la figura retrocedió hacia la oscuridad.
Las puertas permanecieron abiertas de par en par, a modo de invitación o de desafío. No sabía a cuál de los dos se enfrentaba, pero tampoco le importaba.
El valiente titán avanzó.
— No creo que sea buena idea —, la preocupación de su Espectro era evidente.
— No creo que importe.
— Hemos venido. Hemos visto. Quizá lo mejor sea alertar a los demás. Reunir un ejército.
— Quizá.
— Sólo digo que... quizá no puedas enfrentarte solo a lo que sea que hayamos despertado aquí.
— Hemos despertado pesadillas —. La atención de Rezyl estaba puesta en la oscuridad más allá del umbral.
— Se suponía que los de la colmena ya se habrían ido —. El Espectro reflexionó sobre las consecuencias de esta errónea suposición. — Llevan tanto tiempo en silencio....
— Ya no están en silencio.
— ¿Ese grito? ¿Esas puertas? Es mejor que los dejemos solos.
— No puedo hacer eso.
Rezyl continuó avanzando. Hacia lo oscuro. Hacia lo desconocido.
— Quédate aquí.
— ¿Perdona...?
— Guarda las distancias. No sabemos qué es esto... a qué nos dirigimos. No puedo arriesgarte.
— ¿Y si caes en un sitio al que no puedo llegar?.
— Si caigo... Si no vuelvo... Corre. Avisa al resto. Avísalos a todos... Hay cosas peores que los piratas.
Su Espectro se detuvo. Rezyl se aferró a su fusil y se adentró en la oscuridad.
————
Pasaron horas. ¿Más? No había pasado el tiempo en ese lugar y no quedaba ningún rastro de esperanza... ni del propósito de conlleva la anhelación de un futuro mejor.
Entre esas sombras no había ningún mañana.
No había ni rastro de esperanza en el abismo.
Los pasos de Rezyl resonaron, solitarios, comedidos sin garantías de futuro. Si el mundo se acabara en ese momento, él se perdería para siempre. Sería el héroe olvidado que fue en busca de pesadillas.
Entonces, una presencia. Etérea pero arrolladora.
Rezyl se aferró de nuevo a su fusil.
Podía sentir a la bruja, pero no podía ubicarla en la oscuridad.
Rezyl disparó. Ráfagas cortas y rápidas para arrojar luz en la negrura del pasadizo.
La bruja demonio se escurría fuera del alcance de cada ráfaga de balas. Inalcanzable.
Rezyl siguió disparando, usando ráfagas cortas de luz para obtener ventaja.
La bruja soltó una carcajada y, de pronto, una nube negra envolvió a Rezyl.
El titán siguió disparando pero sus movimientos estaban restringidos. La nube lo tragó, aprisionándolo.
Podía oír cómo la bruja se movía y se reía con una risa estridente que cortaba sus pensamientos y su alma como una espada afilada.
Ese ser malvado empezó a hablar en una lengua que sonaba como una tortura. Rezyl se estremeció.
El dolor era insoportable.
La bruja se acercó al héroe, que se retorcía.
Mientras hablaba, sus violentas palabras empezaron a tomar forma. Esas sílabas de muerte poco a poco se convirtieron en una lengua humana.
La mujer demonio se acercó más y susurró, íntimamente.
Los oídos de Rezyl sangraban mientras ella hablaba.
"Soy el fin de todos los mañanas. Xyor, la Bendita. Xyor, la Prometida. Pertenezco a la tormenta que se avecina. Estas no son mis palabras, sino las de la profecía. Tu Luz un día se quebrará y se extinguirá. Ahora, solamente ofende... Y tú, querida, dulce y frágil flor... tú debes sufrir por profanar esta tierra sagrada".
La bruja quedó en silencio, su voz nauseabunda pronto quedó reemplazada por un parloteo hambriento, enloquecido, y el estrépito atronador de una avalancha.
Rezyl había venido en busca de los terrores que se ocultan más allá de la Luz.
Y los había encontrado.
O quizá...
... ellos lo habían encontrado a él.
Una voz que hablaba desde lo más hondo.
La voz del miedo.
Se arrodilló, examinando el montón polvoriento a sus pies.
Las calaveras habían sido arrojadas sin ningún cuidado hace décadas, o quizá más.
Las puertas talladas en la roca eran arcanas... oscuras, góticas, extrañas... y grandes.
La fineza irregular y dentada del pasaje abovedado sugería una maestría que reafirmó sus malos presentimientos.
Rezyl había ido a Luna en busca de pesadillas. Después de su largo viaje, desde la vibrante Ciudad bajo el Viajero hasta los confines de la Tierra y más allá, se encontraba cara a cara con los vestigios de aquellas historias que nunca había creído.
Permaneció en pie, su gran estatura empequeñecía bajo esa enorme entrada.
Un nudo en el estómago le urgía a salir corriendo.
Pero, en lugar de eso, avanzó hacia las puertas, que llevaban incontables siglos selladas.
Después de unos pocos pasos, un sonido estridente y pesado cortó el aire.
Las grandes puertas empezaron a abrirse.
Una silueta que parecía flotar por encima del suelo emergió de las negras profundidades del umbral. Al verla, Rezyl se aferró a su fusil.
La silueta de la entrada era la de una mujer oscura y etérea, cubierta en harapos ceremoniales y ornamentada con huesos. Parecía bailar en el aire.
Rezyl y la mujer demonio mantuvieron sus posiciones, mirándose el uno al otro.
Sin previo aviso, la silenciosa intimidad del momento quedó interrumpida por un furioso reclamo que procedía del interior. El eco de ese sonido, denso y adolorido, retumbó en el valle y desapareció.
Después de un instante que pareció una eternidad, la figura retrocedió hacia la oscuridad.
Las puertas permanecieron abiertas de par en par, a modo de invitación o de desafío. No sabía a cuál de los dos se enfrentaba, pero tampoco le importaba.
El valiente titán avanzó.
— No creo que sea buena idea —, la preocupación de su Espectro era evidente.
— No creo que importe.
— Hemos venido. Hemos visto. Quizá lo mejor sea alertar a los demás. Reunir un ejército.
— Quizá.
— Sólo digo que... quizá no puedas enfrentarte solo a lo que sea que hayamos despertado aquí.
— Hemos despertado pesadillas —. La atención de Rezyl estaba puesta en la oscuridad más allá del umbral.
— Se suponía que los de la colmena ya se habrían ido —. El Espectro reflexionó sobre las consecuencias de esta errónea suposición. — Llevan tanto tiempo en silencio....
— Ya no están en silencio.
— ¿Ese grito? ¿Esas puertas? Es mejor que los dejemos solos.
— No puedo hacer eso.
Rezyl continuó avanzando. Hacia lo oscuro. Hacia lo desconocido.
— Quédate aquí.
— ¿Perdona...?
— Guarda las distancias. No sabemos qué es esto... a qué nos dirigimos. No puedo arriesgarte.
— ¿Y si caes en un sitio al que no puedo llegar?.
— Si caigo... Si no vuelvo... Corre. Avisa al resto. Avísalos a todos... Hay cosas peores que los piratas.
Su Espectro se detuvo. Rezyl se aferró a su fusil y se adentró en la oscuridad.
————
Pasaron horas. ¿Más? No había pasado el tiempo en ese lugar y no quedaba ningún rastro de esperanza... ni del propósito de conlleva la anhelación de un futuro mejor.
Entre esas sombras no había ningún mañana.
No había ni rastro de esperanza en el abismo.
Los pasos de Rezyl resonaron, solitarios, comedidos sin garantías de futuro. Si el mundo se acabara en ese momento, él se perdería para siempre. Sería el héroe olvidado que fue en busca de pesadillas.
Entonces, una presencia. Etérea pero arrolladora.
Rezyl se aferró de nuevo a su fusil.
Podía sentir a la bruja, pero no podía ubicarla en la oscuridad.
Rezyl disparó. Ráfagas cortas y rápidas para arrojar luz en la negrura del pasadizo.
La bruja demonio se escurría fuera del alcance de cada ráfaga de balas. Inalcanzable.
Rezyl siguió disparando, usando ráfagas cortas de luz para obtener ventaja.
La bruja soltó una carcajada y, de pronto, una nube negra envolvió a Rezyl.
El titán siguió disparando pero sus movimientos estaban restringidos. La nube lo tragó, aprisionándolo.
Podía oír cómo la bruja se movía y se reía con una risa estridente que cortaba sus pensamientos y su alma como una espada afilada.
Ese ser malvado empezó a hablar en una lengua que sonaba como una tortura. Rezyl se estremeció.
El dolor era insoportable.
La bruja se acercó al héroe, que se retorcía.
Mientras hablaba, sus violentas palabras empezaron a tomar forma. Esas sílabas de muerte poco a poco se convirtieron en una lengua humana.
La mujer demonio se acercó más y susurró, íntimamente.
Los oídos de Rezyl sangraban mientras ella hablaba.
"Soy el fin de todos los mañanas. Xyor, la Bendita. Xyor, la Prometida. Pertenezco a la tormenta que se avecina. Estas no son mis palabras, sino las de la profecía. Tu Luz un día se quebrará y se extinguirá. Ahora, solamente ofende... Y tú, querida, dulce y frágil flor... tú debes sufrir por profanar esta tierra sagrada".
La bruja quedó en silencio, su voz nauseabunda pronto quedó reemplazada por un parloteo hambriento, enloquecido, y el estrépito atronador de una avalancha.
Rezyl había venido en busca de los terrores que se ocultan más allá de la Luz.
Y los había encontrado.
O quizá...
... ellos lo habían encontrado a él.