Marco, de Los Apeninos a Los Andes
Hace unos días, viendo algunos videos en YouTube, recordaba con una amiga aquellos monos animados de nuestra infancia. Ella es un poco menor que yo, por lo que muchos monos quizá no recordaba o nunca vio, así como también es cierto que muchos yo tampoco vi, y no sabía de su existencia, porque tampoco es cosa de que pasara pegado a la tele todo el día. Sin embargo, esa charla y esas imágenes me hizo traer a la mente muchas de las vivencias, mucha de la nostalgia de aquella infancia especial de los tiempos en donde yo fui cabro chico. Una infancia con otras ideas, con otras realidades, y con otra mente. No sólo en lo de los monos animados, sino en forma completa, la sociedad misma no es ni piensa igual que antes.
Ibas a las escuela, compartías con tus compañeros, tus partners, y comentabas sobre alguno de éstos monos o series, algunos se creían algún personaje, otros alguna historia, pero todos conversaban el mismo idioma. Después llegabas a casa y veías aquellos personajes en la tele viviendo sus dramas y sus historias, deambulando por mundos subterráneos, caminando por prados o por bosques, combatiendo al mal que acechaba la Tierra, buscando flores de colores, soñando con ser pilotos de carreras, o simplemente ser un hijo que busca a su madre.
Los monos de antaño eran diferentes también a los de ahora. Aunque la cultura japonesa ha estado siempre más adelantada que nosotros, y hay muchas series y dibujos que aún hoy podrían ser considerados controversiales, los que llegaron primero por esos tiempos de mi recuerdo, son los que caben dentro de lo que en la cultura japonesa se denominan shojos, que son los mangas o animés orientados al llanto y al sufrimiento, principalmente historias para minas. Series como Marco, Remi, Heidi o Candy, cual de todas más llorona pero que todos vimos igual (tampoco es que hubiese mucho donde elegir). Mucha gente incluso tuvo problemas de excesivo llanto, debido a éstos monos llorones. Se consideró que era demasiado sufrimiento como para que un niño como los de acá lo soportara. Hasta a algunas les prohibieron ver Candy! Aún así, eran otros monos, otros tiempos, otras mentalidades, y también éramos mucho más felices que lo que quizás hoy son los niños. Porque pueden tener más tecnología, poeden tener muchas ventajas sobre nosotros y nuestros tiempos, pero nosotros tenemos ese plus de la amistad, de la calle, de éstos monos con otras ideas y otras enseñanzas.
Marco viene de un libro de Edmundo de Amicis, y recuerdo aquellas tardes después de la escuela (ni idea qué curso sería, siempre he comentado que tengo pésima memoria infantil), y empezar a ver aquel mono sufrido al máximo porque la mamá lo dejó botado en Italia y se fue a
Candy era la pecosa huérfana que llegaba al orfanato conocido como Hogar de Pony, y que pasaba enamorada de un tipo gay que vio vestido como escocés en una colina y que cuidaba rosas (siempre las minas amando a los gays, hasta en los monos), que sería como Justin Bieber de la actualidad, o como Ricky Martin para las de esa edad ahora. También amaba a otro, el clásico machista rudo que les pega (y que todas aman pero para el público dicen odiar), llamado Terry. También pasaba las duras y las maduras, con unos hermanastros (luego de su adopción), como el forro, en un colegio de mierda onda religioso, que parece era del cura Karadima, y una vida llena de atados y dramas. Y así pasaba su vida, amando a dos hombres y en un colegio que no le gustaba, pera terminar de enfermera y sola, porque Anthony se había muerto hace rato (por quien lloró muchos capítulos y eso que no le dio ni un agarrón), y Terry ya cachaba que era
Remi ni qué decir. El Sólo título lo dice todo: Remi El Niño de Nadie. A ese todos los capítulos se le moría alguien. El abuelo, un perro, el mono, la
Heidi era la hija de una tipa que se murió, criada por la tía y que por irse a trabajar a la cuidad ya no la quería y se la fue a dejar a la casucha que el abuelo, un viejo pensionado, tenía en los Alpes suizos, donde vivía un perro san bernardo y un par de cabras (animales... caprinos, ahí si se nota la diferencia), y unos pollos, más uno que otro personaje raro, como Pedro que arreaba las cabritas, y otros más. Después vivía en casa de Clarita que andaba en silla de ruedas, y que se iban de paseo a los Alpes... En silla de ruedas en los Alpes!!! Esa tipa era campeona de los deportes extremos o qué? La cosa es que Heidi tiene que aprender a vivir con aquel viejo de mierda ermitaño que no pesca a nadie, y más encima hacer las cosas de la casa, y hasta tener tiempo de sacar a cagar al perro. Sin contar con llevar las cabras a la punta del cerro (literalmente), donde se juntaba con Pedro y jugaba con su pájaro Pichi... Termina en la cuidad para ir a la escuela y echando de menos al viejo de mierda (que ya era más viejo, pero menos mierda).
Uno ahora de viejo, se da cuenta de que todas aquellas historias eran más turbias que Infieles de CHV, pero como la infancia nuestra fue mucho más inocente, no te dabas cuenta de las cosas como ahora, ni de las incongruencias y mucho menos de las promiscuidades que allí salían, y simplemente te dedicabas a disfrutar la historia.
Eran los tiempos en que había una sola tele en la casa, tener dos era de ricos, y donde no habían consolas de juego ni celulares touch, por lo que nuestras vidas se imponían de la escuela, los amigos, la calle y la tele. Los recuerdos de aquellos tiempos llegan siempre con nostalgia porque no volverán, y en especial cuando por alguna típica razón se toca el tema de los monos animados en alguna tertulia, junta o reunión de amigos por acá y por allá. Todos terminan aportando muchos nombres de series y de personajes, porque aunque fueran de distintas épocas, aún se comparte aquella infancia donde se veía la tele casi en familia, y no encerrados cada uno en su pieza como hoy.
Cabe destacar los apartados musicales que muchas series trajeron consigo, terminando muchas canciones de los openings o endings casi como himnos e iconos de aquel tiempo. Recuerdo cuando las niñas jugaban a esos juegos con las manos, al cantar de la canción del opening de Candy, o como se comentaba la alegre canción de Remi, contrarrestando el tono llorón de la serie. Otras series también hicieron lo propio en dejarnos legados musicales, pero de aquellas series me referiré en su tiempo. Ahora basta con tener la claridad de que con éstas primeras series de monos animados, que miles de nosotros vimos y recordamos, pasamos mucho del tiempo junto a nuestras familias, comenzamos nuestro desarrollo canturriento con las canciones, y nos fomentaron la imaginación al vivir capítulo a capítulo, lo que nuestros personajes pasaban en sus historias.
Algunos, incluso, terminaron escribiendo historias por ahí...
Continuará...
REK.
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